…Tú ante mi y yo mirándote, no parecía buena idea porque los dos íbamos acompañados; aunque, por suerte, la noche pudo depararnos una situación reveladora.
Durante un rato estuve observando como tus miradas, fugaces, leales y atrevidas, buscaban los ojos que acarician tú pelo y besaban tus mejillas, que eran los míos. Entonces se me ocurrió el mejor juego de mesa de mi vida...