…Eran
las ocho de la tarde cuando venía de la piscina y se encontró a su marido en el
recibidor de la puerta, preparado para salir a cenar con unos amigos. Una
despedida, fría y monótona, inundó la estancia y salpicó sus pensamientos. Ella
no sabía, como en tantas otras ocasiones, que pasaría la mitad de la noche
sola, con la tele puesta y anclada en las redes sociales; pero esta vez, la
ducha le prestó ayuda; la esponja recorrió su cuerpo con delicadeza, muy
despacio, deteniéndose donde se generan suspiros, brotan deseos y se toman
decisiones intrépidas, pero solo eso. Salió con su vestido escotado buscándole.
Tres horas
más tarde, cuando regresó, se la encontró en el sofá, medio dormida. Hubiera
pagado por averiguar sus pensamientos pero se fue directo a la habitación. En
la boca de ella se dibujó una mueca, una ligera y tenue sonrisa, producida por
la evocación de su salida clandestina. Parecía como si hubiera estado en el paraíso…