…Yo llegué primero. Al entrar, observé como el de la melena plateada alternaba en la barra con unos amigos, el buscador de tesoros y el maestro, por lo que me acerqué a ellos y me invitaron a una cerveza.
Poco después, en uno de mis movimientos de cuello, intuitivos e impacientes, con los que giraba la cabeza y dirigía la mirada hacia la puerta de entrada, cuando sonaba al abrirse, me dí cuenta de que lo que realmente anhelaba era la soledad compartida…