...La sorpresa te sacaba sonrisas, cada vez que ensayábamos un paso nuevo, porque te gustaba como los dos nos compenetrábamos. Sujetando mi hombro y mi mano, te sentías tan bien como yo al tenerte enfrente, tan cerca.
Recreados en nuestra unión, nos movíamos sin necesidad de mirar los giros y recortes de las piernas. Creo que por eso nos equivocábamos tantas veces y que la idea de cambiar de afición empezó a instalarse en nuestro pensamiento...