...Mientras el camarero atendía a un servicio interminable, en la calle, tras los cristales, unos compañeros de trabajo hablaban animadamente; y yo, que observaba absorto y ausente de todas las conversaciones de mis acompañantes, desde dentro, no sabía que la confusión de mis pensamientos y la fuerza de los sentimientos, era lo que me evadía y angustiaba al mismo tiempo, anhelando tener ese momento, en mi habitación, para escribir sobre lo que estaba viviendo.
- Tu vaso de leche - dijo el camarero. Y los nervios afloraban en mí, sin control...