Cuando decidió acercarse hasta ese lugar no pudo imaginar que sería un sitio tan concurrido. Los niños que, después de comerse la "merendilla", correteaban los cerros cercanos, acercándose hasta la orilla para lanzar sus piedras en una competición, no programada pero obligada por la revancha de lo ocurrido en tardes anteriores, el pescador de caña y algún Caña pescador, perturbaron su soledad más compartida.
El rato fue efímero, el lugar idílico, la soledad tumultuosa, pero pudo observar como el pescador tenía una experiencia sublime y que, para los niños, fue necesaria una segunda ronda de lanzamientos para dilucidar quien abarcó más agua al lanzar su piedra.
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